Poner la mesa correctamente no es solo una cuestión estética, sino también un gesto de cortesía hacia los comensales. El protocolo de mesa busca crear un ambiente armónico y funcional, en el que cada elemento tenga su lugar y cumpla una finalidad. Dentro de este conjunto, las copas de vino ocupan un rol protagonista, ya que no solo acompañan la degustación de la comida, sino que también reflejan elegancia y buen gusto.
Aunque pueda parecer un detalle menor, la disposición de las copas en la mesa requiere atención. Un orden equivocado o un exceso de piezas puede incomodar a los invitados y transmitir una sensación de improvisación. Por ello, resulta fundamental conocer las normas básicas y adaptarlas al tipo de comida, al número de vinos que se van a servir y al grado de formalidad del encuentro. Además es importante que estén acorde con el tipo de evento, ganas puntos si son personalizadas con nombre grabado.
El lugar de las copas en la mesa
Las copas se colocan siempre en la parte superior derecha del plato, justo encima de los cubiertos destinados a los líquidos (cuchara y cuchillo). Nunca deben situarse frente al plato o a la izquierda, ya que esa zona está reservada a otros elementos como los tenedores o, en ocasiones, el pan.
El motivo de esta ubicación responde a la lógica práctica: la mayoría de personas es diestra, y al situar las copas a la derecha se facilita un gesto cómodo y natural para beber. No obstante, el protocolo se mantiene igual para todos los comensales, independientemente de si son zurdos o diestros, ya que lo importante es la uniformidad y la armonía visual de la mesa.
Número y tipos de copas
El número de copas que se colocan depende directamente de las bebidas que se vayan a servir durante la comida. La regla general es no recargar la mesa con un exceso innecesario. Por protocolo, se suelen disponer entre dos y cuatro copas por persona, aunque en banquetes muy formales pueden llegar a colocarse hasta cinco.
Las copas básicas son:
- Copa de agua: siempre es la primera y la más importante, ya que el agua acompaña toda la comida. Es de mayor tamaño que las de vino y se coloca en primer lugar, a la izquierda del resto.
- Copa de vino tinto: ligeramente más ancha que la de vino blanco, se coloca después de la de agua, en segunda posición hacia la derecha.
- Copa de vino blanco: más estrecha que la de tinto para conservar mejor la temperatura y los aromas. Va a la derecha de la de tinto.
- Copa de cava o champán: en comidas de celebración puede añadirse una copa tipo flauta o tulipa, ubicada detrás o en diagonal de las demás, cerrando la hilera.
En el caso de que se sirva únicamente un tipo de vino, se coloca solo la copa correspondiente junto con la de agua, evitando la redundancia. La clave está en anticipar qué bebidas estarán presentes en el menú y disponer las copas necesarias, sin excesos.
Orden y alineación
Las copas se colocan siguiendo una línea imaginaria en diagonal, de izquierda a derecha, que comienza con la copa de agua. De este modo, cada una se sitúa ligeramente detrás de la anterior, creando un efecto armónico y permitiendo al comensal acceder a todas sin dificultad.
El orden, de izquierda a derecha, es: agua, vino tinto, vino blanco y cava.
Si se omite alguna, simplemente se ajusta la secuencia manteniendo la lógica: primero el agua, después los vinos según su intensidad y, por último, la copa destinada a espumosos o licores.
Es importante que las copas estén perfectamente limpias y brillantes, sin huellas ni marcas. El cristal debe ser transparente y sin decoraciones excesivas que puedan distraer. Un error frecuente es colocarlas demasiado juntas; lo ideal es dejar un espacio prudente para que cada invitado pueda tomar su copa con comodidad.
La coherencia con el menú
El protocolo no debe interpretarse como una regla rígida, sino como una guía para dar coherencia y elegancia a la mesa. Así, la disposición de las copas debe estar siempre vinculada al menú que se servirá.
- En comidas informales, bastará con la copa de agua y una de vino.
- En cenas más elaboradas, donde se sirve primero un vino blanco y después uno tinto, se colocarán ambas copas junto a la de agua.
- En celebraciones con brindis, se añadirá la copa de cava al final de la secuencia.
Colocar copas que no se van a utilizar puede resultar pretencioso y poco funcional. El verdadero arte consiste en equilibrar la estética con la utilidad.
El gesto del anfitrión
Más allá de la colocación, en casa o en un restaurante, el anfitrión o el servicio de mesa tienen un papel esencial en la correcta utilización de las copas. Son ellos quienes deben retirar las que ya no se usan, como la de vino blanco si el plato principal se acompaña únicamente de tinto, o la de cava después del brindis. Mantener copas vacías sobre la mesa durante toda la comida rompe la armonía visual y puede incomodar.
Asimismo, al servir el vino se debe respetar siempre la copa correspondiente, evitando llenar la equivocada. Estos detalles marcan la diferencia y reflejan el cuidado puesto en la organización.
Elegancia y sencillez
El protocolo de copas no busca complicar la experiencia, sino realzarla. La armonía, la limpieza y la sencillez son más importantes que la cantidad. Una mesa con las copas bien colocadas transmite hospitalidad y respeto hacia los invitados, además de hacer más cómoda la degustación de vinos y bebidas.
Por ello, conviene recordar que el verdadero objetivo es crear un ambiente en el que todos se sientan a gusto. El protocolo funciona como una herramienta para lograrlo, no como un fin en sí mismo.
Saber cómo poner las copas de vino en la mesa es un arte que combina tradición, lógica y estética. Colocarlas en el lugar adecuado, en el orden correcto y en función del menú demuestra atención al detalle y buen gusto. No se trata solo de seguir unas normas, sino de generar una experiencia agradable, en la que cada invitado pueda disfrutar plenamente de la comida y de la compañía.
En definitiva, una mesa bien puesta es una carta de presentación del anfitrión. Y entre todos sus elementos, las copas, brillantes y bien dispuestas, ocupan un lugar protagonista, elevando cualquier ocasión a un nivel de elegancia y distinción.